Su amor a la vida obliga a desertar la vida;
su amor al lenguaje lleva al desprecio de las palabras;
su amor al juego conduce a pisotear las reglas,
a inventar otras, a jugarse la vida en una palabra.
Se pierde el gusto por los amigos,
por las mujeres razonables,
por la literatura, la moral, las buenas compañías,
los bellos versos, la psicología, las novelas.
Abstraído en una meditación que consiste en ser una meditación
sobre la inutilidad de las meditaciones,
una contemplación en la que el que contempla es contemplado
por lo que contempla y ambos por la Contemplación,
hasta que los tres son uno...
se rompen los lazos con el mundo, la razón y el lenguaje.
Sobre todo con el lenguaje —ese cordón umbilical
que nos ata al abominable vientre rumiante.
Te atreves a decir No, para un día poder decir mejor Si.
Vacías tu ser de todo lo que los Otros la rellenaron:
grandes y pequeñas naderías,
todas las naderías de que está hecho el mundo de los Otros.
Y luego te vacías de ti mismo, porque tú
—lo que llamamos yo o persona—
también es imagen, también es Otro,
también es nadería.
Vaciado, limpiado de la nada purulenta del yo,
vaciado de tu imagen, ya no eres sino espera y aguardar.
Vienen eras de silencio, eras de sequía y de piedra.
A veces, una tarde cualquiera, un día sin nombre, cae una Palabra,
que se posa levemente sobre esa tierra sin pasado.
El pájaro es feroz
y acaso
te sacará los ojos.
Acaso,
más tarde,
vendrán otros.